Víctima, revictimización y privilegios: Cuando la violencia no merece atención


Jenny Saville

Cuatro mujeres en Coahuila han sufrido violencia por parte de sus parejas, padrastros, desconocidos. Todos ellos hombres, todos los casos han salido a la luz en lo que va de la semana en los periódicos a nivel estatal y nacional.

El más sonado fue el de Diana Laura Núñez, campeona mundial de frontón y aspirante a Miss Coahuila 2017. Por medio de su red social, Diana dio a conocer el acoso sexual y la amenaza de violación -y muerte- por parte de un desconocido que, en su perfil de Facebook, ostenta el nombre de Julio Domínguez.
La denuncia en redes se hizo viral. Fue compartida más de 5000 veces, con más de setescientos comentarios a favor, y en apoyo, de la joven deportista saltillense. Llamó la atención a nivel nacional e internacional, ya que periódicos de la talla de El País, Proceso, El Universal y hasta Televisa publicaron el caso. El apoyo y la comprensión se dieron de manera unánime hacia la joven.

Pero, ¿qué sucedió con los demás casos en donde las mujeres, y la niña, agredidas, no forman parte del mismo estrato social, ni poseen los galardones que la anterior agredida?

Las notas no se volvieron virales. No acapararon la atención de ningún otro medio, más que otro periódico local. Nadie empatizó con las víctimas. Al contrario, se les revictimizaba, se les agredía.

El proceso empático depende, entre muchas otras cosas, de nuestra percepción de las cosas que vemos, sentimos u oímos. Una imagen de alguien hermoso, triunfador, con fuerza, nos demuestra el alto estándar que, socialmente, aprendemos de lo que vale o no.

Una de las mujeres agredidas por su esposo era una estilista. La otra, una ama de casa de 28 años. La tercera víctima era la hijastra de 12 años del agresor, el cual era un taxista. Ninguna de las tres mujeres, al menos en el discurso empleado en las notas periodísticas, apunta a mujeres fuertes, o ejemplos sociales de lo que debe ser una mujer en el siglo XXI: fuerte, empoderada, bella.




La violencia ejercida hacia estas tres mujeres da un menor impacto sociológico. Personifican, a través de los estereotipos que seguimos alimentando en los medios e Internet, a la mujer maltratada, sumisa, débil y dejada de la cual no hay que tener misericordia; sino, dejarla de lado en "su problema".

El lector de estas notas y denuncias se convierte a la vez en un espectador pasivo y en un victimario en potencia.

Espectador pasivo pues, al sólo leer la nota, hace un comentario en pro o en contra de lo acontecido pero no ejerce acción alguna que cambie la violencia sistematizada, y normalizada, que se ha esparcido como plaga por todo Coahuila.

Es victimario en potencia cuando agrede a la víctima pues, según sus dogmas, su empatía, la víctima "merece" lo que le ha sucedido pero, para que "aprenda su lección", debe ser vilipendiada o expuesta a otra suma de violencia para que "aprenda" a comportarse.

Para las personas en donde la violencia ha sido asimilada, y justificada, no existe el daño psicológico ni emocional en las víctimas. Existe lo tangible y que se pueda expresar en su rango de lenguaje común. Hay una frase: "Los límites de mi lenguaje, son los límites de mi mundo" y así es para el lector que se vuelve victimario



Uno de los mayores problemas, es la percepción que las propias mujeres tienen sobre otras. El constructo social moderno ha impuesto un nuevo modelo que, obsesivamente, muchas mujeres quieren seguir: un cuerpo fitness, belleza, fama y dinero y, por si fuera poco, cumplir con los roles antiguos del "deber ser mujer": atender al marido, la casa, los hijos y el plus: el trabajo.

Estas pautas, en principio la del trabajo, le han otorgado a la mujer un poder que antes no tenía pero es un poder condicionado a. La mujer para creer que tiene ese poder debe seguir sacrificando parte de su vida para no meterse en problemas. Debe someterse a cambio de obtener algo.

Muchas mujeres vivimos nubladas en nuestro privilegio y en la ciega percepción de que cumplimos un rol diferente a la mujer tradicional. Por lo tanto, la violencia no puede rozarnos;o bien, podemos mostrar ser lo suficientemente fuertes en nuestro discurso pero la violencia no termina. Sólo se normaliza. Se traga y se digiere.

Enlaces a las notas:

http://www.vanguardia.com.mx/articulo/chica-de-saltillo-denuncia-acoso-en-facebook

http://www.vanguardia.com.mx/articulo/hombre-apunala-su-esposa-tras-discusion-en-zona-centro-de-saltillo

http://www.vanguardia.com.mx/articulo/la-golpea-el-esposo-por-tercera-vez-y-no-denuncia

http://www.vanguardia.com.mx/articulo/taxista-de-monclova-abusa-de-una-menor-de-edad

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